No sé si es una obsesión mía, pero echo en falta aquellos campos rojos-amapola que florecían en esta época en cualquier cuneta, en sembrado y en barbecho.

Sin embargo, ahora no veo esos campos de amapolas. Alguna por aquí, tres o cuatro más lejos. Nada que se parezca a esos mares de cereal teñidos de rojo.

Dicen que es el cambio climático, los insecticidas, plaguicidas, herbicidas, fungicidas y todos los -cidas, homo/homi incluido.

La vida humana es un reflejo/consecuencia de nuestro entorno y también últimamente están desapareciendo el rojo entre nosotros. El rojo de la justicia (no de la LEY), de la Justicia, de la democracia plena, de la fraternidad … si, hay episodios aislados de solidaridad como las acciones de la PAH o que se haya batido el récord de donaciones de sangre en el hospital de Getafe. Sangre rojo amapola.

En el campo, no hay “malas hierbas”… a las amapolas le sustituirán otras plantas que ocuparán su nicho ecológico y mas resistentes a los cidas del “progreso”. Quiero recordar esa frase de la novela “Parque Jurásico” de Michael Crichton:

“Seamos claros: el planeta no está en peligro. Nosotros estamos en peligro. No tenemos el poder de destruir el planeta… ni de salvarlo. Pero podríamos tener el poder de salvarnos a nosotros mismos.”

No sé si aún estamos a tiempo de salvarnos a nosotros mismos. Entre nosotros, las cosas no van bien, desaparecen las flores rojas y florecen, aquí sí, las “malas hierbas”, la insolidaridad, el autoritarismo, la intolerancia, el odio “al otro”, la corrupción, la desigualdad y la miseria.

¿Dónde están las amapolas?