En 1970 me trasladaron al departamento de Valores de CEPSA. Allí trabajaba Jacinto César Casillas un compañero gruñón y reservado: Tenía una novia bastante atractiva nos preguntábamos cómo habría “ligado” Jacinto a Magdalena pero también la pregunta podría hacerse  al revés. Siempre iban juntos y en las excursiones acompañados de su futura suegra. A veces hacíamos chistes preguntándole por la “carabina”, el bajaba la cabeza y no decía ni mu.

Recuerdo que a menudo su novia venía a buscarle a la salida del trabajo. Cuando la encontrábamos abajo esperando, nuestra expresión siempre era “Ya baja”, «está al caer», «dos minutos» … (algo había que decir) y cuando salía Jacinto después de darse un beso, desaparecían inmediatamente al doblar la esquina de Padre Xifré.

De vez en cuando hacíamos un extra como ir al teatro aprovechando los bajos precios de la «clá», tomamos un Gin en la discoteca o prologábamos un poco el recorrido de los vinos, al despedirnos siempre sus últimas palabras eran “No le digáis nada a Magdalena”

Se casó “en la intimidad” poco habitual en aquella época en que todos íbamos a todas las bodas, no recuerdo que nadie haya asistido a la suya o al bautizo de su primer hijo. Al principio vivió con su suegra en un piso que tenía en la Ronda de Valencia esquina a la plaza de Embajadores. Después, se compró un piso Getafe en el barrio de Las Margaritas. A finales de los 70 perdí totalmente su pista, como no era dado a ir a las fiestas o actos que dos o tres veces al año hacia la empresa, nunca más le volví a ver. En los 90 vine a vivir a Getafe y siempre que caminaba por su barrio me preguntaba qué sería de Jacinto y si algún día me encontraría con él.

En estas fechas uno hace recuento y recuerdo de las amistades presentes y ausentes. Y Jacinto ha vuelto a la memoria. Anoche entré en Facebook y me puse a buscar… Jacinto César Casillas, Jacinto Casillas, con y sin Getafe. Lo único que encontré fue un Jacinto Casillas que vive en Getafe. Su contenido es exclusivamente una foto de un gatito y ni amigos ni enemigos, ni citas: Estaba cargada en el 2.013 el gatito ya debía estar como un  lince. A las 12 de la noche, no tanto vencido por el sueño, sino por la certeza de que mis pesquisas no iban a tener éxito, cerré el ordenador y me acosté.

Esta mañana estaba en una cafetería de Las Margaritas tomando café y churros con mi mujer y unos amigos y de repente le vi. Jacinto pasaba por delante la cafetería. Salí inmediatamente. No me dio ocasión de tenerle que llamar: “!Jacinto!”, el ruido que hice al cerrar la puerta tras de mí, le hizo volverse. Me miró y con una voz que evidenciaba que el paso del tiempo no había sigo generoso con su salud, me dijo: “¿Tienes un cigarro?”. “Si, espera”. Volví a entrar a la cafetería le pedí a mi mujer tabaco y salí con una cajetilla, “Coge dos” le dije… Con cierta dificultad, sus dedos tomaron los dos cigarros y también el mechero que mi mujer suele meter en la cajetilla y encendió uno. Me miró, y con una pequeña bola de humo entre los dos, cortésmente me dijo: “Gracias y perdona las molestias” y se encaminó por dónde había venido. Entendí que ya había cubierto el objetivo de su paseo. Dio dos o tres pasos alejándose, se paró y volviéndose un poco, sólo un poco, y como si estuviera hablando al suelo, dijo: “no se lo digas a mi mujer”.

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Esta historia es totalmente verídica. Hasta esa causalidad de que justo al día siguiente de buscar en Facebook y después de casi treinta años, va y aparece ante mis ojos. Y sobre todo, sobre todo… esa frase  final.. tal cual.  Sólo he cambiado los nombres para respetar la memoria de mi compañero.