Tal y como se están poniendo las cosas vamos a tener que pensar en reivindicar que haya una cuota para las personas mayores de 60 años en las direcciones de partidos, asociaciones, sindicatos, etc. Así como hay una cuota para las mujeres podíamos hacer lo mismo para cubrir esa franja de edad ya que parece que, en la actualidad, cualquier persona con más de 60 años queda automáticamente desechada en la composición de listas electorales, equipos de dirección, etc.
No es esta reivindicación un paralelismo con la cuota de la mujer. Primero porque evidentemente es un recurso retórico para alertar por una situación y explicar algunas cosas. Segundo porqué la mujer históricamente (prácticamente desde el neolítico) ha estado marginada y alejada de tareas que no fueran el hogar, el cuidado de los niños, la limpieza, etc. Aunque en los países occidentales se ha avanzado, incluso hoy, realizando el mismo trabajo que los hombres, en la mayoría de los casos, sus ingresos son menores y sus expectativas de progreso también. Por lo tanto, no es un tema equiparable (ni siquiera como metáfora) y, curiosamente, con la senectud en la historia ha pasado lo contrario, siempre las personas mayores han sido las más respetadas, las que se suponía que conservaban el conocimiento y que tenían mayor sabiduría. En casi todas las culturas el respeto hacia los ancianos ha sido máximo.
Curiosamente, ahora esos papeles están revirtiendo y ya una persona de más de 50 años (no es un error, 50 no 60) es vieja y, por lo tanto, desechable. Alguien dirá que si reivindico esa cuota quizá también habría que reivindicar una cuota que diríamos “de cero a 16” o “cuota Baby”. Pero justamente la diferencia con nosotros los viejos, es que todo el mundo tiene claro que un chaval de 16 años, por mucha formación que tenga, no tiene los conocimientos necesarios para poder hacerse responsable de determinadas cosas. Incluso aunque ha habido casos excepcionales de personas muy precoces como Mozart, no parece aconsejable poner a personas de 16 a dirigir un partido, comité o ser concejal. Creo que es un error despreciar todo el conocimiento acumulado por las personas mayores. Pensar que la formación se concluye cuando acaba la universidad es un tremendo error. En mi opinión, casi empieza y en la universidad y en las escuelas técnicas lo que adquirimos son conocimientos, digamos “diccionario y manual”.
Una segunda pata del aprendizaje es el trabajo, es decir cuando uno pone en práctica las funciones aprendidas. Generalmente uno se da cuenta prácticamente el primer día que se incorpora a un trabajo que la mitad de los conocimientos que ha adquirido en la Universidad no son útiles, o no le van a servir para resolver los problemas a los que se enfrenta. Será la práctica y el trabajo diario el que va “haciendo profesionales” y no solo la titulación adquirida, y ya no sólo estoy hablando de carreras más o menos técnicas sino de trabajos artesanales como la albañilería. Todos hemos podido comprobar la diferencia al poner ladrillos o “igualar una pared”, entre las habilidades de un experto y de un novato.
Quiero pararme en una pequeña anécdota: recuerdo que “hace muchos años” cuando yo estaba estudiando empresariales en el ICADE, dio la casualidad que la asignatura de relaciones laborales era impartida por el jefe de personal de mi empresa. Yo no me atreví hacerle la pregunta, pero inducido por mí, un compañero le preguntó: “Don Eduardo esto que aprendemos aquí ¿es lo que hace usted en su empresa?” y el respondió “Mientras que esté usted aquí, para aprobar tiene que aprender la asignatura, tiene que aprender el texto que tiene usted delante, y cuando llegue su empresa usted tendrá que hacer lo que tenga que hacer”. Mucho tiempo después percibí la excelente respuesta que había dado, al entender, lo que sin duda, una persona tan inteligente como Don Eduardo Matute, nos había dicho. Distinguiendo entre lo que se estudia y lo que luego hay que hacer. “que tenga que hacer” implica que hay una cadena jerárquica, métodos, procedimientos, misiones y fines que hay que respetar. Pero, más importante es que el “que tenga que hacer” implica que las mil circunstancias (que nunca se dan en los laboratorios universitarios) a tener en cuenta, te obligan “personalmente” a tomar decisiones “que tienes que tomar” dejando a un lado los “manuales”.
Sentía vergüenza ajena cuando me pasaban un currículo de una persona de 20 años que decía saber tres sistemas operativos, cinco lenguajes de programación y SQL y Oracle.¿se puede saber todo eso a los 20 años?. Me recordaba cuando pregunté a un amigo holandés en visita por Getafe si conocía los vinos españoles y me dijo “Si, perfectamente”, “ y ¿qué vinos conoces?”. “Jerez, Rioja, Blanco, Tinto….”. ¡Joder con el experto!
Luego hay una tercera pata de la formación que avanza paralela. Es la que nos da conocimiento y que sólo se adquiere con el tiempo: las relaciones con los demás. Es decir, en el mundo de la empresa y en otros ámbitos de la vida, vale también para partidos políticos, sindicatos, etc aparecen permanentes conflictos que resolver. Conflictos entre jefe y empleado, entre compañeros, entre unos departamentos y otros, entre personas abiertas y personas retraídas, conflictos generacionales.. Todo ello requiere un aprendizaje en el que no se pueden quemar etapas ni con libros de “autoayuda” ni con cursos de “inteligencia emocional”. Cuando se juntan las tres patas, que sólo el tiempo puede juntar, es cuando se adquiere un conocimiento que yo voy a decir “relevante”. Aunque hay tontos a todas las edades y personas que no aprenden nunca, parece obvio que las personas de edad tienen mas “papeletas” para disponer unos niveles mayores de conocimiento. Pero paradójicamente, resulta que son apartadas por “viejas”. Como parece que los treintañeros de ahora van a tardar otros treinta años en aprender esto… quizás no sería mala idea reivindicar una “cuota” para el Inserso: Artículo 27. “Entre los cinco primeros de la lista tiene que haber uno del Inserso”.
¿A que es buena idea?.
Sin duda, hay un valor en nosotros que la sociedad desaprovecha; creo que lo desaprovecha porque está dirigida por personas que acaso miran más por el bien propio que por el común (no querría empero generalizar). Nosotros estamos “resabiaos” y no nos pueden manipular igual. Si ocurre que, a nuestra edad, uno no está entre los muy poderosos, entonces sobra: es verdad lo que dices. Con todo, me preocupa más lo de los jóvenes que han de ir a buscarse la vida fuera.
En fin, es una pena, sí, lo nuestro; aunque la verdad es que muchas son las penas en esta España de nuestros días, vilmente saqueada por los poderosos y en la que falta mucha solidaridad… Aquí lo dejo, querido José Valentín. Un saludo de Pepe.
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Mientras en la cultura gitana — Rrom–, los pueblos africanos y las comunidades indígenas adquieren prestigio y un valor inconmensurable, en nuestra sociedades “modernas” a los mayores se les decreta la obsolecencia sociológica, antropológica, política, vital y existencias. Ya está bien de cambiar este paradima. Totalmente de acuerdo contigo Valentin. Nadie está pidiendo gerontocracia, sólo el aprovechar la experiencia de quienes han vivido ya múltiples y singulares procesos.
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Mientras en la cultura gitana — Rrom–, los pueblos africanos y las comunidades indígenas los mayores adquieren prestigio y un valor inconmensurable, en nuestra sociedades “modernas” a éstos se les decreta la obsolecencia sociológica, antropológica, política, vital y existencial. Ya está bien de todo este tipo de desafueros y es el momento de empezar a cambiar este paradima. Totalmente de acuerdo contigo Valentin. Efectivamente, nadie está pidiendo gerontocracia de ninguna clase, sólo el aprovechar la experiencia de quienes han vivido ya múltiples y singulares procesos. Esto es justo y necesario.
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Hay otras prioridades. En nuestra sociedad no se oye (ni se lee) ninguna voz (o letra) que reivindique la necesidad de una definición y delimitación jurídica de una figura extraordinariamente real, me refiero al lucro. Eso es a mi modo de ver una necesidad que de estar cubierta correctamente desharía un sinfín de entuertos, desordenes y desequilibrios. Y lo haría con la eficacia discreta y sutil de la mano que mece la cuna.
Las cuotas son reglamentarias, suenan a rigor y disciplina impuesta, no deseada. Si se nos persuadiera desde la ley, desde la cuna y desde el ejemplo que el lucro no es un fin legitimo, puede que algunos males sociales no tuvieran que ser arreglados con la violencia o más suavemente, con los ajustes puntuales … léase cuotas u otros andamiajes.
No obstante hay más prioridades antes que la de cuotas para la “experiencia que peine canas” por ejemplo (y sería el 2º) pan y participación para todos los miembros de la sociedad. Y hay más que las dejaremos en el tintero para cuando se colmen o al menos se modulen este par de prioridades.
Grandote, saludos de Rafa
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Publico este comentario que he recibido por email:
Bueno, yo creo que ni lo uno ni lo otro. O sea, lo ya consabido de que la virtud está en el término medio.
Ahora mismo, en el poder y en las instituciones, más bien faltan jóvenes que viejos. La edad media es demasiado alta. El caso de los sindicatos es incluso extremo en este sentido.
Por eso, los vientos del cambio vienen cargados de gente joven. Es lo normal. El 15-M, las nuevas ideas, los cambios, no serían posibles sin gente joven. ¿O no recordamos cuando hicimos la Transición? Allí estábamos, muy jóvenes, como protagonistas mayoritarios en organizaciones, reuniones, movilizaciones … ¿éramos aventureros?
Los jóvenes aportan energía, ganas, ilusión e innovación. Y en muchos casos una excelente formación que han recibido de esta sociedad. Son imprescindibles. Y no los tachemos a priori de aventureros. Aventureros peligrosos los hay en todas las edades. Tenemos muchos ejemplos.
Por supuesto, esto no debe excluir a los mayores, y hay que buscar un equilibrio, tal como tú reivindicas, José. Y ahí están algunos de esos viejos renovados: Manuela Carmena, Villarejo, etc. y tantos otros que han vuelto a ilusionarse y están participando activamente en muchas organizaciones.
A.M.
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Mi amigo JMC me envía el siguiente comentario:
La verdad es que si todos los “insersos” que reivindicamos con edad parecida a Rajoy, Rato, Montoro, Morener, etc, son de esta calaña, preferiría a los que comentas hasta los 16 años. ´Es más ni estos por menores y los otros porque no, no terminan en el trullo que es donde podrían enseñar todo lo que saben.
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Muchas gracias ta todos por vuestros comentarios… quizas como dice A.M. en el centro puede estar la virtud (no centro político claro;)). De cualquier forma, era una simple reflexión. Y una propuesta a decir que siempre juventud es sinónimo de renovación y vejez, de continuidad. ¿No sería rupturista que una “mayor” como Manuela Carmena gobernara en Madrid?.
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Mi amigo V.A. Me ha enviado esta interesante y divertida reflexión. El final es de campeonato!:
La idea no sé si es buena, pero si que es adecuada para la reflexión. El artículo me ha gustado mucho y el punto de vista es muy original.
En Japón a las personas mayores se las respeta por la experiencia vital que han ido acumulando. Los maestros en artes marciales japonesas, fundamentalmente judo y karate, son maestros no solo por ser muy buenos, sino por su acumulación de conocimientos con el paso del tiempo, que les ha hecho merecedores de danes, los primeros mediante examen y a partir de un cierto dan mediante méritos.
Es decir, son maestros en artes marciales personas no solo con muchos conocimientos, sino además con experiencia acumulada por el paso de los años. Hay karatecas muy buenos con 30 y pico años, ganadores de campeonatos diversos, pero aunque se dediquen a la enseñanza, seguro que nadie les llama maestro.
El maestro Yasunari Ishimi, uno de los introductores del karate en España, con su décimo dan, máximo que hay aquí, del que todo el mundo habla maravillas, sigue dando sus clases, a algunas de las cuales asiste la élite, con 71 años.
Después de todo este rollo que lamento haberos metido, ahora viene lo más divertido. Un compañero de un curso de francés, recientemente jubilado de una empresa de electrónica japonesa, en la que era un alto ejecutivo, nos comentaba aprovechando la clase de conversación, que en el Japón actual, a los mayores de 50 y pico años, les dan las correspondientes indemnizaciones para que se vayan a su casa, en especial si son técnicos o ejecutivos, los obreros duran un poco más. ¿Os suena?
Conclusión: La sociedad actual tiene una cierta tendencia a despreciar los mayores, salvo en ciertos ambientes como las artes marciales, aunque en estas lo que ocurre a veces es que gente que ha sido muy competente, pero ha ido acumulando lesiones por competir en su juventud, en cierto momento se ven precisados a retirarse de la enseñanza y no porque nadie les empuje.
Por mi parte, pienso que ni tanto, ni tan calvo. Los mayores tenemos determinadas limitaciones tanto físicas, como mentales. A nivel físico cuando tenía entre 30 y 40 años, podía hacer el maratón de Madrid entre 3:32 y 3 h. 50 y pico minutos, pese a que no tenía tiempo para entrenar. Ahora, acabo de hacer el de Barcelona en 4:45:58, aunque normalmente suelo tardar unos 25 minutos menos. Respecto al tema mental, tengo claro que he perdido memoria de una forma importante.
Sin embargo, pienso que la experiencia vital es importante, no solo la acumulación de conocimientos técnicos. Cuando uno mira su vida pasada, puede observar sus errores y aprender de ellos. Cuando se es demasiado joven, puede que todavía no se vean los errores, aunque se hayan cometido.
No obstante, ni todos los ancianos aprenden de su pasado, ni todos los jóvenes son iguales. A mí desde luego no me parece que Rajoy pueda siquiera compararse a Alberto Garzón, al margen de cuestiones ideológicas. Por otra parte, si lo comparo a Cayo Lara, que tiene mis respetos, me sigue pareciendo superior Garzón. Otra cuestión es la comparativa con Llamazares, ahí tendría más dudas.
Dicho de otro modo, la juventud o la ancianidad no son valores absolutos. Una cosa no tiene, por qué ser mejor que la otra y sin embargo, en la sociedad actual parece que a medida que una persona cumple años, se considera que va perdiendo necesariamente habilidades. En particular, si nos fijamos exclusivamente en el mundo empresarial, creo que el problema de los mayores es que suelen tener la mala costumbre de ponerse con más frecuencia enfermos que los jóvenes, por supuesto bajo el punto de vista estadístico.
Después de toda esta perorata, mi voto es que efectivamente se establezca una cuota para mayores, quizá no de 60, sino incluso de 50 años. Otra cuestión, es que mi voto no valga para nada, dado que el voto de una persona de 65 años, desde luego no es nada fiable.
V.A.
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He recibido por email esta carta de mi amigo F.C.:
José tu articulo es sumamente interesante, ya se sabe que en culturas muy dispares, coinciden en tener o haber tenido su “consejo de ancianos”.
Aunque trasladarlo a la política con lo puteada que está, hay que tenerlos bien puestos para aguantar lo que se dice. Sobre todo cuando la mayoría de discursos, no se apartan ni un ápice del argumentario del partido de turno, sin el mas mínimo atisbo de criterio personal o critica basada en un mínimo análisis de la situación.
F.C:
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